Hace 25 o 30 años era complicado empezar a jugar a baloncesto en Cartagena (y supongo que en muchos otros sitios) antes de los 13 o 14 años, a no ser que tuvieras la oportunidad en el Colegio o en alguna escuela deportiva de un Club Federado. Así que comenzar "pronto" a jugar dependía mucho de varias cosas: el Colegio donde estudiaras, la experiencia de la familia con el deporte (porque muchas desconocían la existencia de esas escuelas) y la captación de los clubes, que en la mayoría de ocasiones no tenía demasiada repercusión.
Yo fui un caso raro de esos que llegó a hacer las famosas "pruebas" para entrar en el club federado de mi ciudad después de haber pasado por sus escuelas. Esto en la práctica significaba que no había jugado un partido en mi vida. Jamás jugué en minibasket, por ejemplo. Y de pronto, siendo infantil de segundo año, tenía un entrenamiento por delante para demostrar si valía o no... Y como que no. Al menos en ese momento, no. Pero el caso es que me llamaron para volver y seguro que no fue por nivel: simplemente me permitieron entrenar por ser de la escuela deportiva del Club.
Pues bien, en el siguiente entrenamiento me tocó un chaval de pareja que iba en moto: nunca había coincidido con nadie tan rápido en una pista. Yo ya sabía quién era porque no pasaba desapercibido y el año anterior había llevado a su Colegio a la final de la liga escolar. Supongo que nos pusimos juntos porque éramos de los más bajitos, pero la diferencia de nivel entre él y yo era grande. Muy grande. Y lo era por esto que os voy a decir:
En el calentamiento, jugando 1c1 para calentar (¡¡¡para calentar!!!), yo no podía seguirlo. Iba tan rápido que le tuve que decir: "¡Eh! Vamos un poco más despacio, ¿no?". Parece que lo estoy viendo ahora mismo: me miró, se rió... y a partir de ese momento, fue más rápido aún. ¡Cómo no iba a ser el mejor! Como mínimo, él era lo mejor que podía ser. Nunca se reservaba, daba siempre el 100%. Para lo bueno y para lo malo, siempre el 100%. Aprendí más de él ese día que de prácticamente todos los jugadores con los que he coincidido en una pista. Y de alguna manera aquello se grabó a fuego en mí: el 100%. Siempre. No hay más.
A partir de aquí, mil historias más... Yo tardé un año en tener licencia en el equipo, pero él fue ya base titular siendo de primer año. Hasta semanas sin hablarnos de la competitividad, de la intensidad que poníamos en los entrenamientos, de la exigencia que te demandaba y que muchísima gente no entendía... Todo por querer mejorar. Siempre al 100%. En cada ejercicio. En cada partido. En lo que fuera.
Pero si tengo que destacar algo, me quedo con otra anécdota... Y no es la típica que se imaginarán nuestros amigos. No es de ningún partido ni ocurre en ninguna pista. Ni siquiera la he contado demasiadas veces, pero la tengo presente como el primer día. Fue en el Instituto. El Isaac Peral, allá por el año 1997. No puede decirse que yo fuera un chico problemático, pero ese día, por las tonterías típicas de adolescentes, se ve que no le caía muy bien a alguien y vino a hacerme una visita. Él y unos quince colegas suyos más. Me rodearon en un pasillo y todos mis amigos observaban en la distancia. Todos menos uno, además el más bajito, que ni siquiera estaba en mi clase. Pero quizás compartíamos algo más importante.
Siempre he sido de analizar situaciones. Recuerdo exactamente donde estaba cada uno y parece como si los estuviera viendo. Allí, hombro con hombro conmigo, solamente había una persona: David Ayala. Porque como he dicho, él siempre daba el 100% y no retrocedía ni para tomar impulso. Siempre hacia delante. Dispuesto a partirse la cara por sus amigos.
¿Quién iba a liderar, si no, ese ansiado momento que se esperaba para el baloncesto en Cartagena? Pues aquí está y lo lidera alguien que siempre da el 100%. Y cuando alguien da todo lo que tiene... ¿qué se le puede pedir más?
Hace poco me he enterado de que se siente culpable porque fue expulsado en la final junior del 99, cuando aún faltaban 10 minutos. Terminamos perdiendo el partido de 5. Vaya un tonto. Siéntete culpable también de esto: el aspecto que más valoro en mí mismo como persona se empezó a conformar el día en el que te conocí a ti.
Así que, sí... gracias por liderar el proyecto. Gracias por la LEB Plata. Pero lo que yo te tengo que agradecer sobrepasa, con mucho, cualquier cosa que pueda escribir.
Al final, el momento del baloncesto en Cartagena era, y es, David Ayala.