Quizá sea una cuestión práctica, de velocidad, la razón por la cual en el mundo del baloncesto se habla tanto de "mi jugadora o mis jugadoras". Claro, son "mías" porque yo las entreno. Quizá no haya mala fe o simplemente esto no se crea, pero ya expuse mi opinión sobre la importancia del lenguaje en el post anterior. Al final, cuando una frase tiene fuerza, uno la termina creyendo e interiorizando. Y aquí, hablar de un solo poseedor nos puede llevar a un problema grave.
Es sumamente fácil establecer una relación de apego con el equipo que entrenas. Sumamente fácil si no se está preparado, conociendo que esto existe o puede llegar existir. Para que no se dé, hay que estar un poco al margen. Siempre se puede e incluso se debe tener cierto vínculo emocional que te ayude en tu Dirección de Equipo, pero sin que éste sea excesivo. Para transmitir ilusión, ese amor al juego del que hablaba en el primer post, hay que estar ilusionado; si no se tiene ilusión es muy difícil contagiarla. Pero si el vínculo emocional cruza una determinada línea, no sólo estaremos poniendo en riesgo a las jugadoras del equipo, sino también a nosotros mismos.