Siempre me ha encantado este cuento infantil. Porque Andersen tiene cuentos que te dejan helado (la pequeña cerillera es un ejemplo literal) y otros que te muestran cosas que, a poco que reflexiones, las ves en el día a día. Y aquí está el quid de la cuestión: las vemos, pero no las decimos. Todo el mundo ve que el emperador va desnudo, pero calla. ¿Por qué?
Bueno, aquí podríamos hablar de conformismo social y de cómo nos adaptamos a lo que, simplemente, hacen o dicen los demás. No queremos parecer imbéciles o ineptos no valorando lo que otros ya han valorado (como les pasa a los ministros y al pueblo en el cuento) y sobre lo que creemos que hay un consenso. “Si los demás lo ven, es que yo estoy equivocado”. De pronto, silencias tu propia voz y tu opinión desaparece. Y como nadie lee la opinión sensata, se cae en una espiral del silencio que cancela la opinión válida.