Logo de la 45 Olimpiada Marianista |
La Olimpiada Marianista es mucho más que una competición, aunque es una gran competición por sí misma. Todo torneo que reúne a gente de lugares diferentes lo es porque conoces cómo se hacen las cosas en otros colegios de tu ciudad, en otras ciudades de tu comunidad autónoma o en otras comunidades de España. Es normal ver similitudes y diferencias en los comportamientos motrices, en las diferentes acciones técnicas y tácticas, en cómo se responde ante la victoria y la derrota, o incluso en cómo lo viven las aficiones. Y todo esto desde un nexo común que no debe quedarse solamente en un eslogan: "Educar con el Deporte".
El año pasado tuve la suerte de formar parte de una formación para entrenadores marianistas. Además, yo que desde hace años me encargo de colaborar como profesor en el bloque de Dirección de Equipo en los cursos de iniciación y nivel I de la Federación Andaluza de Baloncesto, vi reflejadas muchísimas cosas, como no podía ser de otra manera, que trabajamos en la formación federativa. Pero la formación marianista no iba tanto a la parte técnica como a la humana. Y esto es absolutamente diferencial. Me pareció un curso de muchísima calidad. Tanto que creo que todo entrenador marianista no solamente debería recibir, sino sobre todo compartir desde lo más profundo de su interior.
La Olimpiada Marianista, como decía, es mucho más que una competición... pero es muy poco, muy, muy poco, sin sus entrenadores. Porque niños y niñas pueden competir dirigidos por casi cualquier persona, pero si de lo que se trata es de "Educar con el Deporte" y además hacerlo de una determinada manera, entonces no caben más que quienes pueden educar en el ejemplo con un comportamiento, precisamente, ejemplar.
Portada del documento "Educar con el Deporte" |
Repasando el curso realizado, me gustó especialmente una pregunta sobre la que había que reflexionar de forma personal. Era sobre el documento "Educar con el Deporte", que refleja las características de todos los agentes implicados en el deporte marianista. En este caso se preguntaba por el modelo de jugador y qué rasgos nos parecían más importantes en nuestros deportistas. Mi respuesta fue la empatía, lo cual me llevaba y me lleva a sentimientos encontrados porque creo que se sobreutiliza esta palabra. No obstante, tengo que destacarla porque realmente pienso que en el modelo de deportista marianista hay que ponerse en el lugar del otro, pero desde el punto de vista del otro. Matizo esto porque a menudo tendemos a ponernos en la situación del otro, pero continuando siendo nosotros mismos, es decir, desde nuestra propia experiencia personal... y esto no es empatía. Para ser realmente empáticos tenemos que hacer un ejercicio importante de comprensión del contexto total, íntimo y social, de esa persona y ver las cosas desde su propia perspectiva, intuyendo sus emociones y sentimientos, es decir, desde su propia experiencia de ser, al fin y al cabo.
La empatía tiene múltiples aplicaciones ya que el desarrollo de la misma nos ayuda cumplir con todos los deberes que debe tener el deportista marianista, empezando por el respeto a todos los estamentos y miembros de la Comunidad Educativa en general y en particular a los que hacen posible la práctica deportiva: familias, entrenadores, compañeros, equipos arbitrales, federativos, miembros del club Deportivo, del Colegio, etc. Pero no solamente el respeto a los nuestros, sino también a todos los estamentos y miembros de nuestros rivales. A menudo se nos olvida trabajar esto: los rivales que tenemos enfrente son tan importantes, como personas, como lo somos nosotros. Y superarlos deportivamente no quiere decir que dejemos de pensar en ellos como potenciales amigos e intentar entender su alegría en la victoria y sus frustraciones en la derrota, porque seguro que serán muy similares a las nuestras. Y todo ello, creo, nos debe llevar a ser cautos cuando ganamos y pacientes cuando perdemos, sobre todo con nosotros mismos.
Chicas sostienen el eslogan el 28/12, día de "Educar con el Deporte" |
Esta empatía, reflejo de ese "Educar con el Deporte", debe ir más allá de un choque de manos a principio y el final del partido o una foto conjunta sosteniendo el eslogan el 28 de diciembre: debe ser una parte natural del comportamiento del entrenador marianista. Porque si el entrenador no la desarrolla, al jugador no le llegará. Porque si la entrenadora no la demuestra con sus acciones, la jugadora no la percibirá. El ejemplo es fundamental. Si el entrenador no educa con el ejemplo, si no es ejemplar, entonces el modelo deportivo no será el deseado y "Educar con el Deporte" no será "Lo que nos une", que ha sido el lema de esta Olimpiada.
No hay mejor escenario que las Olimpiadas Marianistas para apostar por esas personas que son ejemplo para todos, que educan en y a través de él, mostrando esa tan deseada empatía de la que hablaba. Porque la competición, el afán de superación, la mejora, la victoria... están muy bien, pero ser mejor persona está por muy por encima de cualquier objetivo, deportivo o no, que nos podamos plantear.
Que "lo que nos une" sea esto... todo lo demás es, simplemente, una trampa que podríamos ponernos a nosotros mismos y, lo más importante, a esas pequeñas personas que entrenamos y sobre las que tenemos una grandísima responsabilidad.
La próxima Olimpiada será el año próximo en San Sebastián. Ojalá ver ese tan deseado ejemplo en los banquillos y que esos días de convivencia sean, simplemente, el reflejo de una práctica que se repita día tras día.
Feliz Año 2025.
Es una idea muy bonita pero por desgracia no está ni mucho menos cerca de la realidad. Este año he ido por primera vez como padre a la Olimpiada, con mi hijo que es alevín y me he llevado un sabor agridulce con la experiencia. Se han producido situaciones en los partidos que dejan por los suelos el lema de las Olimpiadas "Educar con el deporte". Comportamientos vergonzosos por parte de los padres y la grada, que no se contentaban con animar a su equipo sino que también insultaban a los jugadores rivales. Ese partido lo perdimos y mi hijo acabó llorando, yo le dije que no pasaba nada por perder pero él me dijo que no lloraba por eso sino porque los padres del equipo rival le habían dicho hijo de p***.
ResponderEliminarEs una pena que comportamientos así ensucien los valores que se deberían transmitir con el deporte.
Esto nos demuestra que queda muchísimo trabajo por hacer en el ámbito de la educación deportiva.
Ojalá algún día se logre alcanzar la idea que has compartido en el artículo, Antonio.
Gracias.