martes, 2 de agosto de 2016

El poder de un libro

Allá por 2004 me encontraba en Valencia estudiando Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Una tarde, pegado a uno de los ordenadores de la sala de informática de mi Colegio Mayor, tenía al lado un libro sobre Técnica de Natación. Lo había sacado hacía un par de días de la biblioteca y tenía que estudiármelo para realizar una exposición sobre la enseñanza de la técnica en la iniciación deportiva. 

Un compañero rumano del Colegio, Ingeniero de la Madera, con una beca de doctorado muy difícil de conseguir, hizo la siguiente reflexión con una cara de asombro brutal:

- ¿Se aprende a nadar con un libro?

La verdad es que en ese momento respondí rápido... pero la reflexión es profunda. Muy profunda. 

- Hombre, aprender a nadar quizás no se pueda aprender solamente con el libro, pero te ayuda. Por ejemplo, yo he sabido qué aspectos tenía que mejorar para nadar más rápido, solamente cambiando un par de gestos. 

No lo convencí ni por asomo. La historia de mi vida. 

El caso es que no me hacía falta convencerlo. Lo que sí me hacía falta es que me hiciera esa reflexión, porque no he dejado de pensar en ella desde entonces. No en la natación. Ni siquiera en el aprendizaje... sino en lo que se puede y no se puede aprender de los libros.

La neurociencia está muy de moda últimamente. Yo, de hecho, quizá sea hasta un pequeño fan. Ahora bien, hay unos cuantos eslóganes que, desde mi punto de vista, pasan más por marketing que por otra cosa. 

Uno muy recurrente es el de la emoción. De hecho, ésta ha pasado a ser el componente esencial de la educación, según el movimiento radical de la "innovación educativa" PORQUE el aprendizaje está vinculado a ella, de manera que si enseñamos emociones en la escuela, los niños aprenderán mejor. 

Yo, si soy sincero, la verdad es que por mucho que he leído, no he visto por ningún sitio que la neurociencia diga eso. Lo que sí dice es lo de la vinculación emocional. ¿Quién no se acuerda de aquel abrazo que te dio alguien querido cuando lograste realizar algo? A buen seguro de que ese "algo" ya está en tu memoria a largo plazo por los siglos de los siglos. Pero ojo, igual que aquello "otro" que hiciste cuando te pegaron aquel guantazo... ¿verdad? Así que, por lo que parece, el aprendizaje y el recuerdo se ligan a emociones tanto positivas como negativas. Y no creo que haya que enseñar en las escuelas a establecer conexiones de conocimientos con emociones negativas. Ya saben, aquello de "la letra con sangre entra" que tan tradicional parece y tanta solera tiene entre cierto colectivo. Y no he hecho ningún estudio, pero a buen seguro que tiene más pegada entre el grupo no lector.

Otro de los hits de la neurociencia (o la pseudoneurociencia, que vendría a ser todo lo que se dice que tiene que ver con ella pero verdaderamente viene de alguien que no tiene ni idea del tema) es la cuestión de las vías de aprendizaje. Resulta que los aprendices predominantemente motrices, aquellos que les va lo visual o los que prefieren la vía auditiva aprenden más o menos de la misma manera. ¡Vaya decepción!

El problema, pienso yo, es que la cultura española está poco acostumbrada a la Ciencia. Lo bueno de la Ciencia es que da igual si se está de acuerdo o no con ella: es verdad igualmente. Eso sí, el método científico tiene que estar correctamente aplicado, porque el tiempo es un juez severo y las generaciones venideras podrían echarse las manos a la cabeza al comprobar, quizás un milenio después, que lo que tomamos hoy día por verdad absoluta es un absoluto error. Bueno, la parte graciosa de esto es que a ellos les pasará lo mismo. 

El conocimiento y el aprendizaje. Qué misterio. O quizás no tanto... Así que para concluir, allá va mi reflexión. 

Un libro tiene mucho poder. Me da igual qué tipo de aprendiz eres o crees ser. Si no quieres aprender de un libro, te quedan dos opciones: o escuchar, o hacer. Si escuchas, probablemente el conocimiento oral que estás adquiriendo provenga de alguien que se ha leído muchos de esos libros que detestas. Si por el contrario te aburres porque lo que te va es la "práctica", seguramente el que te diga lo que puedes mejorar y lo que ya estás haciendo bien se haya leído otros tantos.

Para mí, y no voy a pedir perdón por lo radical de mi próxima afirmación, un educador al que no le guste leer es como una mala persona: nunca jamás será un gran profesional. Si se juntan las dos cosas, apaga y vámonos. Y si encima le va lo de aquello de "la letra con sangre entra" tenemos el set completo.

Si algún entrenador de baloncesto ha llegado a este renglón, me pregunto qué pensará  de lo que estoy diciendo. Porque no hablo de Colegios e Institutos solamente... O de la Universidad. El baloncesto también está en los libros. Libros de Ciencia, sí, y también otros basados en experiencias. Aunque muchos no hayan leído ninguno (lo siento, los de 1001 ejercicios casi que no cuentan...).

Ahora que parece que hay una guerra abierta en el mundo educativo (en el baloncesto no hay ni guerra por desidia), me asombra ver tanto movimiento pro y contra innovación educativa. Si tengo que elegir un bando, me voy con los segundos. Pero nada de pseudoneurociencia, por favor, ni unicornios de colores. Conocimiento científico y seriedad. Inconformismo radical si hace falta, pero manteniendo la cordura. Y leer mucho: los libros que quieres leer y los que no. Que a veces te sorprende quién menos te lo esperas... y te decepciona quien creías que nunca lo haría. 


"Los libros son como los amigos: no siempre es el mejor el que más nos gusta". Pío Baroja.






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