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domingo, 28 de agosto de 2016

El año que viene será mi año

Hace muchos años viví la temporada de un equipo cadete como pocas he vivido. Sin ser yo su entrenador, sino simplemente por razones emocionales. Incluso llegué a dormir con algo de ansiedad el día antes de su final four. Era un equipo de mi club y me preocupaba por los jugadores, por su progresión, porque desarrollaran su talento, porque fueran entrenados de la mejor manera posible... y un largo etcétera. Pero cometía un fallo terrible: los solía descargar a ellos de gran parte de la responsabilidad en su formación. 

En aquella época mi club no tenía la posibilidad de tener un equipo por año, sino uno por categoría. Normalmente convivían jugadores de primer y de segundo año. Por ello, el Director Técnico y los entrenadores tenían que jugar muy bien con esto, pues un equipo al completo de segundo año te obliga a buscar prácticamente un equipo nuevo para el año siguiente. Pero las cosas funcionaban más o menos bien ya que en todas las categorías se solía ser competitivo. 

En la última idea del párrafo anterior he tirado de ironía, pero ahí lo dejaré.

El caso es que la posición de base en aquel equipo cadete estaba masificada... como suele pasar. Principalmente nos encontrábamos un jugador de segundo año, con una calidad individual espectacular, aunque puede que demasiado volcado a la anotación, y un jugador de primer año que había hecho un segundo año infantil genial. A mí, de hecho, me encantaba como base, aunque técnica y físicamente tenía mucho que pulir. El reparto de minutos solía ser muy desigual, decantado hacia el primero. El segundo tiró la toalla pronto... "El año que viene será mi año, papá" le dijo a su padre en la que fue su sentencia psicológica.

domingo, 10 de marzo de 2013

Genética y esfuerzo

Dennis RodmanReflexionando sobre si el deportista nace o se hace me surgen muchas dudas. 

Siempre he pensado que si hubiera crecido con unos padres "adoptivos", es decir, los mismos genes pero una educación completamente diferente, habría tenido un predisposición idéntica similar hacia todo el mundo, exterior e interior, en cuanto a potencialidad de comportamiento, pero sería a buen seguro una persona totalmente diferente a la que soy ahora. Simplemente, mis experiencias habrían sido distintas. Quizá ciertos rasgos de mi personalidad serían los mismos, pero otros estoy seguro de que no.

Si a mi padre adoptivo no le hubiera gustado el deporte, no hubiese crecido viendo partidos de casi cualquier modalidad deportiva a casi cualquier hora. Si no hubiera estado expuesto a situaciones que enriquecieran mi experiencia motriz, a buen seguro que no habría desarrollado este aspecto. Si no hubiera crecido con el ejemplo de mis familiares ayudando a aquellos que lo necesitaban, quizá ni siquiera pensaría que eso es lo correcto. Si no hubiera visto a mis padres saludar al llegar a cualquier lugar y despedirse al marcharse, pensaría que lo normal es no hacerlo. Si no hubiera tenido una gran colección de libros, a buen seguro que no habría tenido las experiencias que tuve con la literatura y de las que tanto aprendí... y así un millón de cosas más, algunas probablemente más importantes que otras, pero todas y cada una de ellas van conformando la personalidad de una persona.