Ahora mismo se está desarrollando, por parte de la Federación Andaluza de Baloncesto, la parte final de un curso online de iniciación al baloncesto dentro del programa "Nosotras", que beca a 100 entrenadoras con los costes de dicho curso. Una oportunidad excelente para introducirse en este mundo de cuadernos, gráficos, feedbacks, ideas, pizarras, rotuladores... y muchos calentamientos de cabeza en torno a la pelotita, normalmente, de minibasket.
A mí, que me encargo del bloque de Dirección desde hace ya años, me gusta proponer temas en el foro de la plataforma de dicho curso que se tratarán después en la sesión online que solemos tener para solucionar dudas y orientar la tarea práctica que las alumnas deben realizar. En este caso hubo dos propuestas que podrían parecer simples, pero que reflexionando a partir de ellas, resultan ser dos preguntas con una profundidad muy, muy seria. Solamente al ojo inexperto le parecerán superficiales. A partir de ellas llevamos a cabo una conversación que creo fue muy interesante y de mucho valor, tanto para ellas como para mí. Os dejo el guión de la misma, por si queréis echarle un vistazo. Porque a veces, de las preguntas más sencillas, salen las enseñanzas más complejas: cómo hacer frente a la frustración y cómo gestionar el diferente nivel en un equipo.
¿Cómo hacer frente a jugadoras y jugadores que se frustran?
Una de las características que tiene el deporte es que nos obliga, de alguna manera, a vivir en el alambre de la exigencia. ¿Por qué nos frustramos? La respuesta que demos marca la dirección de la intervención.
Normalmente, los jugadores se frustran por:
-Diferencia entre mis expectativas y los resultados.
-Diferencia entre las expectativas de otros y mis resultados.
En este sentido, la primera intervención debería ser establecer los objetivos adecuados, es decir, las expectativas. Éstas las debe establecer el entrenador teniendo en cuenta las características de ese jugador en concreto, y seguramente deberían ser "negociadas" y compartidas por las familias. Si las exceptivas no son realistas y de aprendizaje, no de resultado (es decir, NO DE PRODUCTO FINAL, tal como puntos o asistencias por partido, partidos ganados, etc.), será muy complicado lidiar con un jugador que se tiende a frustrar. ¿Por qué? Porque estamos estableciendo objetivos sobre cosas que se escapan a nuestro control.
En cualquier caso, debemos aprender a distinguir lo que podemos controlar de lo que no. Enseñar a identificar esto es fundamental. Por ejemplo, ante un error solemos explicar lo que se ha hecho mal, a veces incluso enfadándonos de más, cuando quizás sería mucho más efectivo centrarnos en la conducta que puede solucionar ese error o en dónde se debe focalizar la atención. A menudo además echamos una bronca increíble ante un error ofensivo cuando la siguiente acción es una defensa, que termina saliendo también mal seguramente en parte porque la atención del jugador estaba en la acción ofensiva por la que se ha enfadado su entrenador... Tenemos que partir de la base de que a todos los jugadores del mundo les gustaría hacerlo todo bien, simplemente a veces se equivocan en los pasos que tienen que dar para conseguirlo. Y ahí estamos nosotros para guiarlos, para encauzar su atención, para orientar sus acciones... No para explicarles algo que no pueden controlar y encima distraerlos de su siguiente acción.
Centrarnos en los pasos que hay dar, en lo que depende de nosotros (de ellos), etc... reduce la frustración de los jugadores. Ahora bien, no toda frustración es negativa. Por eso decía que vivimos en el alambre. Sobrellevar cierta dosis de frustración también nos puede dirigir a la mejora, siempre que seamos conscientes de que cada error nos acerca más a un mejor rendimiento cuando identificamos lo que debemos hacer y sustituimos o modificamos la conducta que nos hizo cometer el error por esta otra nueva.
¿Cómo se gestiona un equipo de formación con mucha diferencia de nivel entre las jugadoras?
Esta pregunta nos puede llevar también, casi sin quererlo, a la primera, pues las jugadoras fácilmente se pueden frustrar por esta diferencia nivel: porque estén muy por encima de la media del grupo o justo por lo contrario.
En primer lugar, como siempre, tenemos que hablar del contexto y de cuál es el objetivo: ¿Queremos que todo el mundo mejore? ¿Reducir la diferencia entre las jugadoras? ¿Aumentarlas? Ojo: todas estas opciones pueden ser válidas según cómo se justifiquen o implementen. Mi recomendación simplemente es que si estás en un club con el que no compartes su filosofía, cambia de club. No es tu sitio.
A nivel entrenamiento, la diferencia de nivel es relativamente sencilla de solucionar. Para ello hay que tener cierto conocimiento y también nivel de creatividad. Claro, para tener conocimiento también hay que tener cierto nivel de curiosidad. Yo propondría tres niveles de intervención:
- Para mí, la primera intervención es a nivel tarea. Podemos considerar una tarea como un problema que tenemos que resolver (problema motriz en este caso). Y los problemas pueden tener una única solución o varias soluciones. Cuando las tareas tienen varias soluciones se les suele llamar abiertas y cuando solamente tienen una, cerradas. ¿Por qué tareas tenemos que apostar en los equipos con diferente nivel? Sin duda, por las abiertas, porque podemos jugar con que las soluciones válidas tengan diferente nivel de dificultad. Estos niveles de dificultad pueden ser a nivel técnico, táctico, ofensivo o defensivo, perceptivo o decisional... Es decir, cualquier cosa que nos podamos plantear.
- La segunda intervención que plantearía sería a nivel de feedback. Hay muchas cosas que les decimos a las jugadoras que surgen en el entrenamiento, pero en la mayoría de ocasiones deberíamos prepararlo. En primer lugar, para que nadie se vaya ningún día sin una comunicación nuestra y, en segundo lugar, para estar preparados para una comunicación personalizada, en términos positivos, que refuerce la conducta que queremos que se repita. Prepararnos las comunicaciones nos hacer estar alerta sobre la situación que debemos identificar (lo ideal es crearla, pero a veces sucede espontáneamente) para poder llevar a cabo el feedback que necesita esa jugadora.
- La tercera intervención sería sobre el estilo de juego. Hay un pequeño síndrome del entrenador de jugadores profesionales que parece invitar a colocar a las jugadoras como piezas de un puzzle allí donde mejor encajan. Quizás sea clave precisamente no hacer esto o, al menos, no hacerlo siempre, o el mapa de calor del equipo, es decir, donde se desarrolla el juego (o las jugadoras que más tienen el balón) siempre girará en torno a las dos o tres jugadoras que acapararán, por tanto, la mayoría de oportunidades formativas.
A partir de aquí, un club siempre tiene soluciones que puede proponer, pero me refería a los primeros pasos a dar como entrenadores. Por ejemplo, se pueden proponer sesiones de tecnificación personalizadas si contamos con los recursos humanos y materiales necesarios, invitar a entrenar con el equipo superior a aquella jugadora que físicamente está preparada para ello, etc. Incluso ser honestos y, si no le podemos dar respuesta, recomendarle otro club que responda a las expectativas que no podemos cumplir nosotros.
En definitiva, hay muchas cosas que podríamos añadir a estas "sencillas" cuestiones. Plantearlas es el primer paso, sin duda, para comenzar una carrera de entrenadoras que pongan en el centro la preocupación por todas las personas que entrenamos. El conocimiento, la curiosidad, la creatividad, el inconformismo... y también cierto nivel de frustración, por qué no, debería llevar a estas entrenadoras noveles a ayudarse a ellas mismas y a quienes entrenen lo mejor posible. Y aquí estaremos para echar una mano en lo que podamos.
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