Normalmente se les juzga por la posición final, pero esta no suele ser el mejor indicador del trabajo realizado, ni mucho menos. Es cierto que ganar no es fácil ni con el mejor equipo, así que las primeras posiciones correlacionan bastante bien con la calidad de lo llevado a cabo. Pero tampoco es siempre así, ni siquiera con el campeón.
Para hacer un análisis correcto tendríamos que tener casi una varita o algún elemento mágico que midiera el potencial de cada equipo y ver si este ha sido explotado. Vamos, si el potencial del equipo se corresponde con el juego llevado a cabo. Complicado, ¿verdad? La experiencia, el conocer a los jugadores, haberlos visto en muchos partidos, seguir la preparación... y un largo etcétera, te da pistas sobre esto, pero no se puede hacer un análisis objetivo.
Parece obvio decir que cuanta más información, mejor análisis se podrá hacer. Los que más información tienen, por supuesto, serán los responsables de esos seleccionadores, pues lo normal es que hayan presenciado la preparación y, sobre todo, aquí viene el quid de la cuestión, los objetivos. ¿Cómo vamos a valorar el rendimiento de un equipo si no conocemos sus objetivos? Y vamos a más: ¿Cómo vamos a valorar el trabajo de un entrenador si desconocemos los objetivos que le han marcado? Son los Directores Deportivos o Responsables Federativos de selecciones los que tienen que ver ese potencial y marcar los objetivos correctos.
A partir de aquí se nos abren unos cuantos interrogantes más: ¿Qué tipo de objetivos les habrán marcado a los seleccionadores?
Objetivos hay de muchos tipos, pero resumo: podemos establecer objetivos de rendimiento y objetivos de resultado. Objetivos de resultado serían los referidos a la posición final (ejemplo: conseguir medalla o jugar por un ascenso) y objetivos de rendimiento serían los referidos al cómo (ejemplo: determinada filosofía defensiva u ofensiva por encima del marcador). Quizás haya selecciones que combinen ambos (puede que sea lo normal y lo mejor), pero puede ser que no.
Pues bien, por encima de todo esto hay un elemento que a veces se nos escapa y que quizás dejamos de lado al realizar ciertos análisis: el campeonato de selecciones autonómicas es la primera piedra (o la segunda) de lo que conocemos en España como el método FEB y que no es, ni más ni menos, que la selección precoz de talentos y empezar a conformar, desde los 11 a 12 años, el futuro de las selecciones españolas.
Siempre puede surgir un talento de cualquier Comunidad Autónoma de España. Tenemos muchísimos ejemplos de ello. Así que los objetivos puede ser que cambien según el año: quizás haya años donde para una determinada Federación Autonómica el objetivo sea meter a varios chicos en selección española y otros en los que, sabiendo que ningún niño tendrá opción de entrar, no "necesitemos" necesariamente que ningún jugador destaque.
Saco esto a relucir porque, con este telón de fondo, con los objetivos impuestos por Directores Deportivos, la presión que los entrenadores se autoimponen durante el campeonato y un largo etcétera, no se nos puede olvidar que el éxito, simplemente, sea que los jugadores muestren el potencial que llevan dentro y que lo hagan a la vez que consigues que el equipo sea competitivo. Y aunque no parezca lógico, esto no es siempre tan compatible como podría parecer a priori.
Cuando tienes un elenco de jugadores, y normalmente pocos días de entrenamiento, hay que lograr que esos chicos, de 11-12 años, se olviden en muchas ocasiones del rol que tienen en sus equipos y adquieran un rol nuevo, que puede ser que tenga poco que ver con el que normalmente desempeñan. Y aquí es donde el entrenador tiene una de sus tareas más difícil: el establecimiento de roles.
Si al seleccionar jugadores lo hacemos por rol, ya estaremos ahorrándonos mucho trabajo, pero quizás esto no sea lo más justo para muchos. Por eso es fácil que en una selección minibasket convivan niños que tienen roles similares en sus respectivos equipos, especialmente porque a esta edad no hay roles tan diferenciados como en categorías superiores. Y claro, no puede haber 5 jugadores en pista con el mismo rol. Así que toca adaptarse... y de nuevo tenemos varias opciones, pero trato de resumir: ¿Adapto el juego al jugador o el jugador al juego? ¿Cómo conseguirá un rendimiento mayor el equipo? ¿Cómo destacará más el jugador? ¿Será capaz el jugador de adaptarse a ese nuevo rol? ¿Merece la pena?
Las respuestas a estas preguntas van a marcar el juego de una selección. Y quizás después no se refleje en la pista lo trabajadas que están las respuestas, las horas que hay detrás de las mismas y quizás las autoevaluaciones más duras ante sistemas de juego, roles o simplemente dinámicas, que no salen como uno esperaba. Pero es que esto es parte del deporte: si todo saliera como diseñamos en un papel, no tendría gracia. Ahora bien, la exigencia es que exista esa reflexión profunda poniendo en el centro a los jugadores, ya sea decidiendo adaptarnos a ellos (o a algunos de ellos), o ellos al equipo. Ambas opciones pueden ser válidas y dependerán de nuestros objetivos.
Al final, concluyendo, hay algo que tiene que estar por encima de todo lo demás: todos los que consiguen formar parte de una selección autonómica de minibasket deben disfrutar del campeonato porque será un recuerdo que les dure toda la vida, y este recuerdo debe ser positivo, más allá del resultado obtenido o las expectativas, propias o ajenas, que depositemos sobre hombros tan jóvenes. El reconocimiento al esfuerzo, la dinámica positiva, la ausencia de miedo al error, la convivencia... esto es lo que se merecen los seleccionados y lo que espero que, más en mayor medida que en menos, hayan logrado.
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