El respeto es una de esas cosas que se pueden aprender por diferentes caminos. Sin duda, mi preferido es el ejemplo.
Lo que pasa es que estamos acostumbrados a faltar al respeto, consciente o inconscientemente. Y cuando digo "acostumbrados" estoy siendo muy simplista. Quizás, como opina Nicholas Wade en su controvertido libro "Una Herencia Incómoda", la respuesta a la predisposición a la falta de respeto esté en los genes. En concreto, a la dotación genética digamos... ¿española? ¿latina? ¿mediterránea?
Claro, los científicos sociales y los genetistas se le echaron pronto encima... que si era un racista, que si tal, que si cual... Pero no cabe duda de que determinadas razas (o poblaciones, para no ofender) tienen cierta predisposición para terminar comportándose de un determinado modo o teniendo una serie de inquietudes similares.
Ahora bien, una cosa es la predisposición genética y otra es que, aún con alguna limitación, no se pueda educar cualquier aspecto. Aún cuando nuestros genes, los que no hablan y los que sí lo hacen (esos de los que provenimos directamente y a los que les debemos la vida), no nos ayuden mucho en ello.
El caso es que a la raza española, a la población hispana, a la sociedad latina, a la cultura ibérica... (que cada cual elija según sus ideas científicas o políticas), esto de faltar al respeto al trabajo de los demás se nos da de bien que no veas... Por eso, acercándome a la postura de Wade, esa facilidad me lleva a pensar que verdaderamente tenemos el potencial de la irrespetuosidad en algún alelo... ¿por qué no? Educable, sí, pero siempre dentro de los márgenes que nos permita la biología.
Determinismo social, que dirán algunos... Pero, ¿qué fue antes?: ¿La gallina o el huevo?
Cuando un equipo hace un trabajo impecable, pensar en un mal día, en el rendimiento por debajo de lo normal, en las equivocaciones cometidas, en que hace dos semanas que pasó tal cosa, en la carga de partidos, en el arbitraje o en el frío... tienen que quedar en un segundo plano. Se sacan conclusiones, sí... Pero lo principal, sin duda, es aplaudir un trabajo soberbio del equipo rival. Y entrar en demasiadas valoraciones que nos alejen de esta idea nos puede hacer caer en ciertas faltas de respeto, porque incluso la influencia ejercida por nuestra incómoda herencia se puede controlar con educación. Y voluntad, por supuesto.
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