En algún momento de la Historia a alguien se le ocurrió afirmar que no había que dar un paso atrás ni para coger impulso. Debía de ser alguien muy orgulloso, o seguramente de los mismos que suelen decirte que no conseguirás algo, que es imposible, porque ellos ni siquiera se atreven a intentarlo. A mí me gusta más esa frase que dice que, cuando estás delante de un precipicio, la única manera de avanzar es dar un paso atrás.
La idea de no dar ese paso subyace en un porcentaje tan alto de la población que cualquier disminución en nuestro rendimiento, en cualquier ámbito, produce casi inevitablemente unas dosis de estrés difícilmente sobrellevable, sobre todo cuando hablamos de niños y adolescentes. La exigencia es siempre ir a más. Mantenerse en un hipotético nivel incluso está mal visto. Yo no tengo ninguna duda acerca de que, la mayoría de estas veces, nos falta perspectiva.
En determinadas ocasiones, si reflexionamos sobre nuestras estrategias, técnicas, algoritmos... o cualquier elemento que implique la toma de decisiones y la acción eminentemente práctica, podremos llegar a la conclusión de que hemos alcanzado nuestro techo con ella. Quizás, entonces, lo que debamos hacer sea cambiar completamente de estilo, de visión, de aproximación, de planteamiento del problema... para poder dar un paso más... aunque para ello el primero sea hacia atrás.. Intentaré poner un ejemplo:
Aunque no siempre ni desde todas las teorías de la enseñanza de la natación, cuando un niño aprende a nadar suele utilizar algún tipo de medio que lo ayude a flotar. No es raro ver a los niños que, sobre todo para tranquilidad de sus padres, comienzan "nadando" con manguitos. Quizás el niño en cuestión sea rapidísimo nadando con ellos así que... ¿por qué cambiar? Seguro que todos estaremos de acuerdo en que lo más normal es que el niño que abandona los manguitos puede tener dificultades para nadar sin ellos al principio, pero será mucho más hábil que con ellos en un corto periodo de tiempo.
Estos pasos atrás son incluso naturales en el proceso de crecimiento y maduración de chicos y chicas. Cualquiera que haya estudiado algo sobre aprendizaje motor sabrá que igual que hay dos periodos considerados como la primera y segunda edad de oro del aprendizaje motor, también hay una etapa entre estas edades donde se produce un determinado estancamiento. Incluso un retroceso especialmente observable en las capacidades coordinativas, que se relaciona a su vez con el periodo de máximo crecimiento corporal.
Igual que hace la Naturaleza, a veces los entrenadores de baloncesto debemos dar o ayudar a dar un paso atrás para poco a poco llegar a un nivel más alto. Y este paso atrás se puede realizar en cualquier aspecto del juego, desde los puramente técnicos hasta las estrategias más elaboradas, pasando por los procesos táctico/decisionales. Y no menos importantes son los motivacionales o simplemente los evaluadores, porque jugadores y jugadoras deben aprender también a autoevaluarse.
Uno de los aspectos "estrella" de este paso atrás es el cambio en la mecánica de tiro. Cuando este cambio es sutil no tiene demasiada importancia, pero llega un momento en el que se puede decidir cambiar drásticamente. La decisión no es fácil, especialmente si la persona en cuestión tiene un porcentaje bastante bueno, así que siempre hay que barajar si merece la pena cambiarlo. Para ello, una evaluación de pros y contras nos debe llevar a decidir si comenzamos ese trabajo o no. Básicamente, este primer punto es crucial: tan complicado será no cambiar un mal gesto, como cambiar uno cuyo realizador no está convencido de la necesidad de cambiarlo... Y además, en el caso de estarlo, lo normal es que se produzca un "paso atrás" en su rendimiento: nueva mecánica de tiro normalmente conlleva malos porcentajes iniciales, aunque solamente sea por incomodidad con el nuevo gesto. Y en la cultura en la que vivimos, fallar está tan penalizado que quien invita a ello, a fallar para coger impulso, pende siempre de un hilo... Al menos su credibilidad.
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