Cádiz tiene una avenida principal que podríamos denominar como "La Avenida", porque así es como se la conoce aquí. Recibe varios nombres según el tramo y, aunque es bastante larga (unos 4 kilómetros desde la Cortadura hasta las Puertas de Tierra), sólo tiene 2 carriles en cada sentido.
Cada día cojo el autobús para recorrerla entera, pues tengo casa y trabajo en lugares opuestos de la ciudad, así que muy felizmente utilizo el transporte público.
Esta mañana se ha dado una situación que observo a menudo: cuando el autobús salía de una de las paradas, una señora que acababa de dejar a sus hijos en el colegio ha cruzado "La Avenida", desde la acera contraria, para coger el autobús antes de que éste se fuera y así no tener que esperar los 4 minutos que tarda en pasar el siguiente. Además, la señora ha demostrado bastante habilidad sorteando los diversos coches que "se cruzaban" en su camino (nótese la ironía en el entrecomillado cuando debería decir "en cuyo camino se cruzaba ella"). Sin duda el denso y lento tráfico también ha ayudado, pero aún así no parecía la primera vez que se movía en un circuito parecido.
El caso es que me pregunto lo que habrán pensado los niños que la miraban desde la puerta del colegio...
Por otra parte, desde hace ya algún tiempo me sorprende leer un cartel en numerosísimos pasos de peatones de Algeciras, ciudad natal de mi mujer. Dice algo así como "En Algeciras, 4 de cada 5 atropellos se producen fuera de los pasos de peatones". Y digo que me sorprende no porque no me guste la iniciativa, sino porque lo pone precisamente en los pasos de peatones... y a lo mejor, precisamente los que ya cruzan por los pasos de peatones son los únicos que leen estos carteles... Vamos, que probablemente la señora de Cádiz de esta mañana no lea este cartel en la vida... ni este blog.
Normalmente le suelo dedicar bastante tiempo en mis clases a diversas normas cívicas. Cruzar por los pasos de peatones es una de ellas y no me equivoco si afirmo que muchos Maestros hacen lo mismo cada día.
Para mí es muy complicado enseñar algo en lo que no creo. Sinceramente, cuando se da el caso, prefiero obviar lo que no siento como correcto, lo que no comparto o lo que soy incapaz de llevar a cabo en mi vida cotidiana. Si enseño a cruzar en verde, yo cruzo en verde. Si enseño a cruzar por los pasos de peatones, cruzo por los pasos de peatones. Si enseño a ser puntual, me gusta ser el primero en llegar. En este sentido, mi vida es así de simple.
Volviendo a los niños, me pregunto lo que habrán aprendido (o desaprendido) en los 7 segundos que ha tardado su madre en cruzar "La Avenida". Yo lo tengo claro: las reglas se pueden romper si tengo prisa. O peor: las reglas se pueden romper cuando a mí me conviene. Le deseo la mejor de las suertes a la madre si los niños, como probablemente suceda, terminen interiorizando esto y, en el mejor de los casos, la llamen del colegio comentándole que han pillado a sus hijos copiando. Ojalá, repito, ésa sea la peor de las situaciones y que nunca reciba llamada alguna para darle el disgusto de un accidente por cruzar fuera de un paso de peatones, siguiendo algún modelo familiar, para no perder una de las líneas de autobuses que mejor funciona de España... o por cualquier otro motivo que ellos crean conveniente.
Y al que no vea la relación de esto con el baloncesto, se lo explico rápidamente tal y como lo veo yo: si ponemos una regla, se cumple y punto. Todos los estamentos. Y si no se cumple, habrá consecuencias. Vengan de donde tengan que venir o de donde sea inevitable que vengan. Al final, siempre hay consecuencias.
Si detectamos una regla injusta o mejorable, en nuestra mano está denunciarla o intentar que cambie, pero mientras que esté en vigor debemos respetarla. El no hacerlo mandaría un mensaje claro a jugadores y jugadoras: es éticamente correcto romper las reglas cuando pensamos que no son justas, o simplemente cuando así saldremos "favorecidos" (ya es terrible pensar que hacer trampas nos va a favorecer). Y bastantes mensajes reciben niños y niñas en este sentido para que sus entrenadores también hagan lo mismo. Sólo hay que ver un partido de fútbol para encontrar 20 ó 30 jugadas en las que los jugadores intentan influir o engañar al árbitro. Lamentable. Así que debemos decidir la dirección que tomamos.
Romper las reglas un día o un momento no da igual. Es horrible. Es otro mensaje igual de claro. Es un "qué más dá" que se puede perpetuar. Es la dejadez del entrenador cansado o el conformismo del decepcionado.
Además, también están las prisas... y éstas son las peores, porque nos llevan a romper nuestras propias reglas: las que nos trazamos a principio de temporada e incluso antes. Aquellas que con un equipo de formación nos llevan a trabajar por el bien presente y futuro de jugadores y jugadoras, y no por el marcador inmediato del fin de semana.
Decía Oscar Wilde que "la mejor manera de acabar con la tentación es sucumbir a ella". Totalmente de acuerdo... Pero el acabar con la tentación no es lo que tiene mérito. El mérito reside en convivir con la tentación por verse azotado por ella, por las prisas de "éxito" que ésta proporciona, y aún así mantenerte fiel a tus reglas.
Comparto la moraleja, no puedo enseñar aquello en lo que no creo, aunque ciertamente en mi vida privada "relajo" más mis actitudes que ante los alumnos o jugadores.
ResponderEliminarUna curiosa consecuencia es que los padres de estos chicos acaban teniendo una imagen totalmente distorsionada del entrenador o profesor, sí, ciertamente, me gusta verme como una buena persona y con ideales elevados, pero con el tiempo te acabas dando cuenta de que ellos aún tienen mejor opinión de tí!!! (Y alguno se piensa que eres un "santo". Oiga, no lo soy, pero sí soy muy profesional e intento demostrar aquello que defiendo, gracias).
Efectivamente. Entiendo perfectamente lo que quieres decir...
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