Trabajar con grupos no suele ser sencillo. Es de sentido común deducir que el grupo es bastante más que la suma de los individuos que lo componen... Además, si se estudia en serio el tema, no hay lugar a dudas. Profundizar en la Psicología de los Grupos, como materia académica, me parece extraordinariamente interesante... sobre todo si te dedicas profesionalmente a la gestión de los mismos.
Una de las creencias populares que se dan acerca de los grupos es la de que si está "hecho" es más fácil de gestionar. Puede ser que a veces sea así, pero empezar a trabajar con un grupo ya formado, "hecho", es contraproducente en muchas ocasiones, aunque pueda parecer todo lo contrario.
De esos grupos "hechos" se suele decir que están cohesionados. No en vano, la cohesión suele ser objetivo prioritario del educador, coach o director de un conjunto de personas a su cargo. Ahora bien, demasiada cohesión puede ser un elemento negativo a la hora de alcanzar una determinada meta y quizás se deba promover algo de tensión que haga aumentar el esfuerzo a los miembros de un determinado equipo. Al menos al principio o tras un periodo de cohesión estable que pueda llevar a la relajación.
Alejándome un poco de estas teorías, voy a ir a lo sencillo, porque por regla general suele ser la solución correcta (recordemos a Ockham y su famosa navaja).
Resulta que a veces vemos a directores de grupos cometer auténticos disparates, sobre el papel, pero que después tienen éxito. ¿Cómo puede ser? Que suceda una vez puede ser casualidad, pero cuando se repite en varias ocasiones algo tiene que tener esa persona que facilite su resultado posterior. ¿Cómo conseguir que el grupo esté cohesionado aún cuando desde la dirección solamente se genera tensión?
Quizás se pueda encontrar algo en común en las diversas experiencias. Quizás sean sus ayudantes, secretarios o compañeros los que minimicen el impacto social negativo del entrenador o director... En definitiva, quizás una gran habilidad del coach sea elegir muy bien a su equipo de trabajo sabiendo que funcionarán como bálsamo de su carácter. No puede ser cuestión de suerte... aunque también es cierto que cuando uno está en la cresta de la ola, que te ofrezcan una buena tabla (que es lo que suele pasar) ayuda...
Pero, ¿y si no es el equipo de trabajo? Pues entonces, igual la gran virtud de un determinado entrenador puede que sea la de elegir a los jugadores. Si entre ellos encontramos a un líder positivo, aunque solamente sea uno, puede que todo resulte más fácil. Porque este tipo de líderes da colorido a los pensamientos grises, siempre encuentra el lado bueno de las cosas y los porqués correctos a las decisiones difíciles de asumir. Le quita hierro a los problemas y se centra en buscar las soluciones con alegría. El líder positivo siempre tiene fuerzas para ayudar a los demás. Simplemente lo necesita, le sale de dentro y contagia su ánimo y determinación.
No hay duda: si diriges un grupo, lo que necesitas es un líder positivo. A veces los puedes elegir, pero otras simplemente te caen del cielo... Porque tanto en una empresa, como en un equipo... como también en un grupo de estudiantes, los ratos buenos son mejores gracias ellos y los no tan buenos son, casi como mínimo, divertidos.
Alejándome un poco de estas teorías, voy a ir a lo sencillo, porque por regla general suele ser la solución correcta (recordemos a Ockham y su famosa navaja).
Resulta que a veces vemos a directores de grupos cometer auténticos disparates, sobre el papel, pero que después tienen éxito. ¿Cómo puede ser? Que suceda una vez puede ser casualidad, pero cuando se repite en varias ocasiones algo tiene que tener esa persona que facilite su resultado posterior. ¿Cómo conseguir que el grupo esté cohesionado aún cuando desde la dirección solamente se genera tensión?
Quizás se pueda encontrar algo en común en las diversas experiencias. Quizás sean sus ayudantes, secretarios o compañeros los que minimicen el impacto social negativo del entrenador o director... En definitiva, quizás una gran habilidad del coach sea elegir muy bien a su equipo de trabajo sabiendo que funcionarán como bálsamo de su carácter. No puede ser cuestión de suerte... aunque también es cierto que cuando uno está en la cresta de la ola, que te ofrezcan una buena tabla (que es lo que suele pasar) ayuda...
Pero, ¿y si no es el equipo de trabajo? Pues entonces, igual la gran virtud de un determinado entrenador puede que sea la de elegir a los jugadores. Si entre ellos encontramos a un líder positivo, aunque solamente sea uno, puede que todo resulte más fácil. Porque este tipo de líderes da colorido a los pensamientos grises, siempre encuentra el lado bueno de las cosas y los porqués correctos a las decisiones difíciles de asumir. Le quita hierro a los problemas y se centra en buscar las soluciones con alegría. El líder positivo siempre tiene fuerzas para ayudar a los demás. Simplemente lo necesita, le sale de dentro y contagia su ánimo y determinación.
No hay duda: si diriges un grupo, lo que necesitas es un líder positivo. A veces los puedes elegir, pero otras simplemente te caen del cielo... Porque tanto en una empresa, como en un equipo... como también en un grupo de estudiantes, los ratos buenos son mejores gracias ellos y los no tan buenos son, casi como mínimo, divertidos.
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