En los últimos tiempos está bastante caro representar a España. No solamente porque el nivel de los deportistas sea alto, sino porque poco más o menos que se juegan la salud al hacerlo. La salud física siempre, claro está, ya que va con la profesión, pero otras veces es la mental la que está en peligro... lo cual tiene bastante peor solución. Y ojo: no hablo de la parte psicológica de la competición que implica tanta o más preparación como el apartado físico. Me refiero con mental al desgaste, al estrés que supone tanta basura que aparece en los medios de comunicación (y por supuesto, también lo que no aparece) por situaciones completamente evitables.
Lo que pasa es que cuando hablamos de "nuestros colores" más de media España pierde la cabeza. Y unos cuantos "expertos" en Historia se imaginan que la bandera también todavía tiene, o debería tener, los colores de la gloriosa Castilla e igualmente la pierden (la cabeza, digo, y pongo lo de expertos entrecomillado porque se van comprando camisetas republicanas sin saber siquiera lo que significa el color morado, ni que se conozca a ciencia cierta por qué narices se utiliza).
También hay deportistas de esos que se ponen la camiseta nacional a regañadientes... Incluso intentan ocultar la bandera en los calcetines doblándola para que no se vea, o en el cuello de un polo con la excusa de parecer más cool, o vete a saber qué, cómo, cuándo y dónde. Vamos, de los que van a competir por la verdadera realidad del asunto: quiero jugar con los mejores, contra los mejores... y la camiseta que uno se pone queda en un segundo plano. Por supuesto, la gente que se siente identificada con ella queda en un tercer plano. Y si hablamos de España, con mayúsculas, pues en un cuarto o un quinto. Y sí, también hay algún iluminado que entiende que España es el gobierno central... Es normal: es a lo que hemos llegado con 18 sistemas educativos diferentes conviviendo en nuestro país. Una vergüenza donde vale todo.
Así que a mí esto de la Roja, la Armada, los Hispanos, las Gladiadoras, las Guerreras... y tantas historias más, pues me toca la moral (por no ser más claro).
Solía tener el sueño, como tantos niños tienen, de vestir la camiseta rojigualda por una vez en mi vida... Cuando fui creciendo estaba claro que el sueño se tornaba imposible... así que aún quedaba la posibilidad de dirigir a deportistas que lo hicieran... de nuevo compartiendo sueño con tantos colegas. Una vez más me equivocaba: no había muchos compañeros que compartieran exactamente el mismo sueño que yo. Lo que compartían la mayoría era otra cosa.
El mundo del espectáculo ha matado al deporte auténtico. El show simplemente quiere ganar dinero. Es una máquina recaudadora. El deporte populista (para diferenciarlo de popular), convertido en fenómeno de masas, regocija casi por igual a cultos y analfabetos (analfabetos deportivos y en general). Prácticamente todos estamos en el mismo barco. ¿Hay alguna solución?
Por eso, representar a España en una competición, abramos los ojos, ha dejado de existir. Los programas de selecciones son un engaño tan bien montado que ha puesto la venda en los ojos a todo el que se la deja poner. Y al que no se deja al menos le enturbia la mirada. No, no se representa a España: se trabaja para una federación que suele tener tanto que ocultar, que prácticamente todas terminan apareciendo en los periódicos, aunque sea de vez en cuando... y no precisamente para contar bondades.
Así que, a todos los críticos que se quejan de que éste o aquél no vayan a representar a España les haría las siguientes preguntas: ¿En serio? ¿De verdad piensas que yendo representan a España? Entonces, ¿qué? ¿Nos arrodillamos ante presidentes de instituciones privadas, que se suponen que ofrecen un servicio público, que utilizan una falsedad democrática manifiesta para imponer maquiavélicamente sus directrices? Me parece que estamos mezclando sentimientos con algo que no tiene absolutamente nada que ver con ellos, aunque a los interesados les interese, valga la redundancia.
Nos han hecho creer que los deportistas, cuando llevan los colores de nuestra bandera, nos representan a todos. Nos han tomado por tontos. No es verdad. Representan a una federación deportiva que se agarra como un clavo ardiendo a los ingresos que generan los deportistas en las competiciones internacionales, a menudo mal planificadas, donde, siempre, el que más tiene que perder es el deportista y, en muchas ocasiones, los clubes que les pagan. Y después me pueden venir contando lo que quieran acerca de la inversión en la base de esos ingresos y tal. Ya claro... y también me han recordado hace bien poco en Irlanda que al final del arco iris hay un leprechaun esperando con una olla llena de oro.
Solía tener el sueño, como tantos niños tienen, de vestir la camiseta rojigualda por una vez en mi vida... Cuando fui creciendo estaba claro que el sueño se tornaba imposible... así que aún quedaba la posibilidad de dirigir a deportistas que lo hicieran... de nuevo compartiendo sueño con tantos colegas. Una vez más me equivocaba: no había muchos compañeros que compartieran exactamente el mismo sueño que yo. Lo que compartían la mayoría era otra cosa.
El mundo del espectáculo ha matado al deporte auténtico. El show simplemente quiere ganar dinero. Es una máquina recaudadora. El deporte populista (para diferenciarlo de popular), convertido en fenómeno de masas, regocija casi por igual a cultos y analfabetos (analfabetos deportivos y en general). Prácticamente todos estamos en el mismo barco. ¿Hay alguna solución?
Por eso, representar a España en una competición, abramos los ojos, ha dejado de existir. Los programas de selecciones son un engaño tan bien montado que ha puesto la venda en los ojos a todo el que se la deja poner. Y al que no se deja al menos le enturbia la mirada. No, no se representa a España: se trabaja para una federación que suele tener tanto que ocultar, que prácticamente todas terminan apareciendo en los periódicos, aunque sea de vez en cuando... y no precisamente para contar bondades.
Así que, a todos los críticos que se quejan de que éste o aquél no vayan a representar a España les haría las siguientes preguntas: ¿En serio? ¿De verdad piensas que yendo representan a España? Entonces, ¿qué? ¿Nos arrodillamos ante presidentes de instituciones privadas, que se suponen que ofrecen un servicio público, que utilizan una falsedad democrática manifiesta para imponer maquiavélicamente sus directrices? Me parece que estamos mezclando sentimientos con algo que no tiene absolutamente nada que ver con ellos, aunque a los interesados les interese, valga la redundancia.
Nos han hecho creer que los deportistas, cuando llevan los colores de nuestra bandera, nos representan a todos. Nos han tomado por tontos. No es verdad. Representan a una federación deportiva que se agarra como un clavo ardiendo a los ingresos que generan los deportistas en las competiciones internacionales, a menudo mal planificadas, donde, siempre, el que más tiene que perder es el deportista y, en muchas ocasiones, los clubes que les pagan. Y después me pueden venir contando lo que quieran acerca de la inversión en la base de esos ingresos y tal. Ya claro... y también me han recordado hace bien poco en Irlanda que al final del arco iris hay un leprechaun esperando con una olla llena de oro.
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