La voluntad es el punto inicial sobre el que partir para emprender las tareas más complicadas. Sin ella, cualquier empresa podría antojarse imposible en un momento determinado, incluso las que en principio parecían sencillas.
No es difícil para un adulto decirle a un niño: "Pórtate bien" o frases por el estilo. Tanto como para un entrenador de baloncesto pronunciar el famoso "Esfuérzate" o "Hazlo".
En el primer caso, quizás el niño no sepa cómo portarse bien y tampoco tenga voluntad de hacerlo... En el segundo, puede que el jugador no sepa exactamente cómo enfocar sus esfuerzos o simplemente no sepa cómo hacer la tarea que tienen encomendada (o que se supone que tiene encomendada). Y por supuesto, también puede que no quiera esforzarse. Sobre esto opinaré más adelante.
En ambos ejemplos, la función del adulto o del entrenador es concretizar lo que se espera del niño o del jugador. Hay que operativizar la conducta objetivo para que el sujeto sepa exactamente lo que se espera de él: si el niño tiene que permanecer sentado media hora, es lo que hay que transmitirle: "Para portarte bien tienes que estar sentado aquí". Éste sería el mensaje, otra cosa es la manera de hacernos entender dependiendo, por supuesto, de la edad del niño y de nuestras propias habilidades o características. Está claro que no tiene por qué hacernos caso a la primera, pero aquí pondremos en juego nuestra habilidad para ir reforzándolo y conseguir que permanezca sentado.
Por otra parte, las conductas de esfuerzo son muy complicadas. El jugador tiene que agarrarse a algo. "Mueve constantemente los pies", "Salta al dos contra uno en las esquinas" o "Persigue siempre a tu jugadora" son tres conductas objetivas. El jugador sabrá si las hace o no las hace. Será más que evidente. Si aún así no las consigue, habrá que simplificar la conducta, desglosarla en otras más simples para que tenga éxito. Si el problema es que no lo lleva a cabo siempre, lo que habrá que planificarse es un sistema de refuerzo que lleve al jugador a perpetuar el comportamiento correcto.
Llevar a cabo un programa de refuerzo de las conductas de esfuerzo requiere su tiempo y planificarlo muy bien... Sé que la realidad cotidiana de la mayoría de los que pasamos por aquí impide realizar esto, entre otras cosas porque no todo el mundo puede trabajar con un psicólogo deportivo o al menos ser asesorado él. Pero lo que sí debería ser capaz todo entrenador que se precie es de operativizar conductas y desterrar las frases de "ayuda" gratuitas.
Hablando de frases gratuitas, mis favoritas son "métela" y "tira bien"... Hace bien poco las escuché en un partido benjamín de un equipo que a la postre resultó ¿ganador? del partido. Bueno, quizá la "victoria" no influya en que el entrenador se plantee el mejorar este tipo de cosas... o quizás sí.
Pero las personas que no hablan por no molestar no tienen que empezar por cosas complicadas. Simplemente tienen que ir poniéndose pequeños retos. Saludar al llegar, despedirse al marcharse, colaborar en el "grito de equipo", poner las manos durante este grito, sentarse cerca de las compañeras en el banquillo... Estas son pequeñas cosas que hacen que una persona se meta dentro de la dinámica de un grupo. Y es posible conseguirlo porque yo lo he visto... a buen seguro que partiendo de su voluntad y con esfuerzo, paso a paso. Mi más sincera enhorabuena a todos aquellos que lo consiguen. Sobre todo a la última en conseguirlo.
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