Desapercibido

Hace algunos años, el Washington Post diseñó un experimento social para comprobar si el ser humano era capaz de apreciar la belleza en contextos no cotidianos. El experimento fue un completo éxito desde el punto de vista de las ciencias sociales. Desde el mío, un completo fracaso formativo.

Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, tocó durante 45 minutos en una estación de metro de Washington D.C. Apenas recaudó la mitad de lo que costaba una entrada para el concierto que había dado 2 días antes en un teatro de Boston, donde colgaron el cartel de "no hay billetes". 100 dólares de media por asiento. Estamos hablando de un artista fuera de serie, tocando con un violín que pagaría las hipotecas de bastantes familias...

La música, antiguamente una materia fundamental, prácticamente está en una esquina de los curricula académicos actuales. Una hora a la semana... y gracias. No me extraña que después los genios, a la gran mayoría, nos pasen desapercibidos. Enorme nuestra cultura general.

Extrapolando un poco la situación, ¿qué pasa en el mundo deportivo? Pues que básicamente se conoce lo que se ve por televisión... y el deporte "formativo", en televisión, no existe... como no podía ser de otra manera. Y olvidémonos de esos torneos alevines de fútbol que de tanto en tanto retransmiten. O los llamados "Europeos de formación", cuando hablamos de edades sub-16 ó sub-18 y con los mejores jugadores de cada país. Eso es formación para el alto rendimiento, y yo de lo que hablo es de formación deportiva general. 

Todo lo que no da dinero no tiene la más mínima trascendencia social. Después queremos que los entrenadores cuiden a sus jugadores, que piensen en ellos antes que en sí mismos, que no busquen ganar y ganar como objetivo, que no utilicen sus equipos para promocionarse... Me pregunto qué es lo que hacemos al respecto para solucionarlo.

La mayoría de charlas, clínics, etc., para que sean bien acogidas, las suele dar un entrenador ACB o similar. Gente que está en la "élite"... y cualquier entrenador, claro, se siente en el deber de hacerles caso porque son los mejores. Salva Maldonado comentaba alguna vez que uno de los factores para llegar a la élite es tener éxito con equipos de "formación". Perfecto. Una "ayuda" más para que los entrenadores sigan siendo egoístas.

Pero si bien echo de menos muchísima formación sobre esto desde el punto de vista del entrenador, de esa que se vive a pie de pista en la mayoría de las canteras con la mayoría de los jugadores, aún echo más de menos esta formación a nivel de cultura general deportiva.

Conozco a profesores y maestros de Educación Física excelentemente preparados. También a otros algo desmotivados hacia su práctica profesional precisamente por el contexto que envuelve al área o asignatura. Los entiendo perfectamente y los animo a seguir luchando, a que cada uno haga su parte aunque parezca que no va a servir para nada. Sí que sirve.

Uno de los objetivos de la Educación Física es precisamente formar observadores: gente que valore la importancia del fenómeno deportivo en sí mismo, que disfrute con la actividad deportiva, que analice su lógica interna, que pueda ver más allá de su "fachada" y verdaderamente experimente una relación placentera con los elementos artísticos que ésta posee. Sí, la motricidad es también un arte, y en un deporte de equipo, como el baloncesto, la sincronía de acciones individuales enmarcadas en un contexto colectivo de cooperación/oposición es también arte. Arte en movimiento: ritmo, cadencia, compás, tempo, sincronía y asincronía... Todo esto es absolutamente identificable.

El problema es que hay que estar educado en esta observación y, por desgracia, a día de hoy hemos de mejorar mucho en este aspecto. ¿Cómo? Es difícil, pero podemos empezar abriendo la mente y valorando precisamente estos elementos. Porque el arte no sigue unas reglas totalmente fijas... y un espectáculo motriz, visual, rítmico... no tiene siempre que acabar en canasta. Y claro, luchar siempre contra las mentes cerradas puede llegar a cansar... pero no hay que darse por vencido. No hay que pasar desapercibido.