
Normalmente, cuando imparto clase a futuros entrenadores, o a aquellos que quieren seguir superando niveles en la carrera por alcanzar el título de entrenador superior, o simplemente aprender más, intento ser una tábula rasa, es decir, no voy con ideas preconcebidas sobre nada y mucho menos sobre nadie.
Creo hablar en nombre de todos los compañeros que he tenido siempre como profesor, tanto en la Escuela Andaluza de Entrenadores de Baloncesto como anteriormente en la Escuela de la Región de Murcia, si digo que nunca nadie ha ido sentando cátedra. Al menos, puedo casi asegurar que nunca ha sido ésa la intención y haber hecho pensar lo contrario habría sido un fracaso, al menos por mi parte.
Obviamente, ciertos contenidos científicos son unidireccionales, es decir, sólo cabe una interpretación, pero en la gran mayoría proponemos caminos, damos ideas, explicamos nuestra visión, invitamos a la reflexión y a la responsabilidad y, sobre todo, hablamos acerca de todo esto matizando las diferencias que nos vamos a encontrar dependiendo de cada grupo de edad.
Lo que me resulta francamente difícil de comprender es el estatismo de las propias ideas. Me intentaré explicar mejor.
Es normal que el background de cada persona sea diferente. Vamos, es que es imposible que no lo sea. Este concepto sería algo así como la experiencia previa que todos poseemos... Pero aún más amplio, es decir, hablaríamos de conocimiento, experiencia, genética, determinismo social... Y un sinfín de constructos más hasta configurar casi absolutamente quiénes somos. El problema viene cuando este background actúa como un escudo.

Me resulta absolutamente inconcebible que una persona piense exactamente igual antes de realizar un curso... y después de terminarlo. Y si hablamos de algún ejemplo extremo, es decir, si no se ha cambiado de opinión sobre casi todo, o al menos matizado las propias ideas en gran parte, desde el curso de primer nivel hasta el superior, pues ya ni te cuento. Y ahora, al contrario de lo que tengo por costumbre, no hablo a nivel ético, sino de baloncesto puro y duro. Y si encima el Entrenador Superior (aunque igual hago mal en ponerlo con mayúsculas) es el Director Técnico de su Club (vaya, otra vez: parece que las mayúsculas salen solas), pues peor todavía.

En fin, es lo que hay... Habrá que seguir viendo trabajar con balones medicinales a niños de 10 años de cualquier manera, a sus entrenadores en vaqueros y sin prepararse los entrenamientos y a los Directores Técnicos, con el beneplácito de sus Directivas, preguntándose si aquello que decía Ramón Jordana sobre la percepción, la decisión y la ejecución y todas aquellas variables operativas del modelo... sirve para algo.
Rectifico: es lo que hay, pero no debe ser el final. No puede serlo.
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