jueves, 15 de mayo de 2014

Seguridad democrática

Hace muchos años, cuando estaba en mi último curso en el Instituto, estudiaba al mismo tiempo 2º de Inglés en la Escuela Oficial de Idiomas. La verdad es que estudiaba bien poco porque siempre he pensado que un idioma sólo debería estudiarse (delante de un libro y todas esas cosas) para perfeccionarlo, es decir, para adquirir matices gramaticales ya muy avanzados... Si no, es el uso lo que debería llevarnos a ser capaces de comunicarnos... 

Pues bien, en definitiva me ha venido a la cabeza cierta situación que viví en aquellas clases. Se trataba de una competición por equipos acerca de detectar errores en un texto. Cada grupo iba cogiendo el turno e intentando detectar un error de un escrito en la pizarra. La verdad es que incluso recuerdo gran parte del texto, sobre un viaje en tren, y la calificación que se le daba al mismo: "tired", lo que viene siendo "cansado" en español y que en inglés constituye precisamente el error que debíamos detectar, ya que a lo que produce cansancio se lo denomina "tiring", aplicándose "tired" para el agente receptor de ese cansancio.


En definitiva, cuando nos llegó el turno y viendo que el otro equipo no había detectado el error anterior, que yo veía más que evidente, estaba bastante contento. La competición es un arma muy poderosa de cara al aprendizaje y a mí siempre me ha resultado hipermotivante. Incluso hoy en día se  aplica para cualquier tipo de producción personal, de ahí el boom del concepto de GAMIFICACIÓN, que consiste básicamente en transformar en juego algo que no lo es, con multitud de aplicaciones educativas, empresariales, etc. El caso es que le sonreí a mi grupo como dando a entender que "lo teníamos hecho", pero mi portavoz en este caso nos comunicó que él no veía ningún error... y el resto de componentes asintió.

Hasta ahí es bastante normal. Realmente, obligación de saber la respuesta correcta (de detectar el error, al menos) no había, ni hay... ni supongo que habrá. A ver si ahora no se tiene derecho al desconocimiento. Nadie puede controlarlo todo. Pero entonces le comuniqué al grupo que yo conocía la respuesta y que en este caso el error era el adjetivo, que era incorrecto, ya que "tired" no era aplicable al productor del cansancio... pero mi respuesta fue automáticamente descartada por varios componentes del grupo y otros se abstuvieron. "Eso seguro que no es" incluso dijo algún miembro. En aquel momento no daba crédito.

La verdad es que me resulta muy difícil confiar, o volver a confiar, en alguien que dice con total seguridad que algo es incorrecto cuando no lo es. Creo que es mucho más grave, por llamarlo así, que el caso totalmente contrario: asegurar que algo es de una determinada manera cuando realmente está en un error. Sinceramente pienso que esta última situación es más comprensible.

¿Cómo se puede decir con total seguridad que algo correcto es incorrecto? Supongo que habría que identificar con más precisión que existe la posibilidad del desconocimiento... y que ese desconocimiento no significa que la opción que escuchamos sea incorrecta. Ahora bien, ¿tanto nos cuesta afrontar nuestro propio desconocimiento? Pues en muchas ocasiones sí. Y nuestra opinión no siempre tiene por qué ser válida. El sentido común, como sabemos, no tiene por qué "acertar".

Volviendo al ejemplo... aquel día no recibí ni un apoyo. Absolutamente ni uno. Ni siquiera el de varios amigos íntimos que me conocían bien y a los que yo también creía conocer. No se lo tengo en cuenta porque el poder de un grupo es muy grande y están más que estudiados sus efectos en Psicología Social. Al menos tuvieron la sensatez de abstenerse en la votación... porque claro, se votó democráticamente entre otra opción (una palabra que era correcta y de la que casi todos también dudaban) y la mía... y "obviamente" se eligió la otra opción. Matizo: se votó democráticamente una decisión entre personas que no tenían ni idea de cuál era la opción correcta, lo cual me lleva a la reflexión de si no sería más efectivo lanzar una moneda al aire (así mi opción, que era la correcta, habría tenido un 50% de probabilidades de salir).  Yo, asumiendo la decisión del grupo, callé cuando la profesora nos preguntó por el error que habíamos detectado y escuché como mi grupo naufragaba en aquella competición.

Supongo que para ellos no fue excesivamente importante, ya que cuando la profesora explicó mis razones la mayoría miraron para abajo riéndose... con esa risa nerviosa que experimenta mucha gente cuando mete la pata... Otros también miraron para abajo, pero en este caso avergonzados tras haber asegurado que la respuesta correcta "seguro" que era incorrecta. Tampoco tenían que pedirme perdón ni mucho menos. Sencillamente fuimos víctimas del sistema.

No voy a romper yo una lanza en contra de la democracia... pero existe un problema muy grave si la gente que tiene capacidad de decisión en una asociación, fundación, club o federación no solamente no tiene una respuesta correcta, sino que es incapaz de identificar respuestas que sí lo son y las tacha de incorrectas con total seguridad. ¿Con qué criterio se van a llevar a cabo las decisiones? ¿Con el de una mayoría que ni siquiera es capaz de identificar las respuestas correctas? Pues efectivamente, esto es lo que sucede en muchos casos y lo que provoca, con el paso del tiempo, que voces válidas se vayan agotando... y apagando.

La gente cercana a mí dice que soy radical. Otros menos cercanos piensan que soy raro por soler decir la verdad, por ejemplo. O por seguir mis principios incluso saliendo "perjudicado". Hay algunos a los que decepciono, o he decepcionado, creo que por no seguirles la corriente cuando pienso o pensado que están o estaban equivocados (ojo, e incluso deseándoles la mejor de las suertes e invitándoles a que me demuestren que estoy en un error)... pero lo que nunca he hecho, jamás, es decir que estoy seguro de algo sin estarlo. Cuando existe una respuesta objetiva a una decisión y se conoce, no hay más vuelta de hoja. Otra cosa es que sea algo relativo o que dependa de algún punto de vista... Espero, sinceramente, no perder el mío.

Gandhi dijo una vez: "Cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecerla". Probablemente hoy en día, si la profesora preguntara de nuevo, me adelantaría a la respuesta del grupo y diría la opción correcta... Ya faltó poco aquella vez y ahora, 14 años después, lo tengo bastante claro. La voz es propia y no hay ninguna falsa seguridad democrática que me impida callarla.



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