viernes, 6 de diciembre de 2013

El mito de la filosofía

En baloncesto se escucha a menudo hablar de diferentes "filosofías". Es muy común que se mencione la filosofía ofensiva de este equipo o la filosofía defensiva de aquél. Suelen ser los apellidos que  acompañan a esta palabra en nuestro deporte: los dos roles principales del juego. 

Filosofía, etimológicamente, significa "Amor por la sabiduría". Ya se sabe que a veces hay amores que matan. No deberíamos dejarnos llevar a la ligera por la fuerza del término y llamar filosofía a ciertos planteamientos que están muy lejos del amor, en este caso, por el deporte. 

Me produce cierto recelo, especialmente, el comprobar la existencia de ciertas filosofías defensivas. Las que están más "claras" son las que presionan en todo el campo, individualmente o en zona, durante todo el partido. Si la defensa es en medio campo, o incluso en 6,75, la filosofía no suele pregonarse de la misma manera. Puede ser que sí que se alardee en ciertos casos de estas filosofías "traseras", pero como mínimo se escucha mucho menos. Lo que de verdad "vende" es la filosofía de la presión defensiva. Es el no va más...

El año pasado, el campeón universitario de la NCAA, Louisville Cardinals, era espectacular. Presionando con marcador a favor y marcador en contra. Desde luego es fácil identificarse con uno de estos equipos que desarrollan con maestría diferentes tipos, matices, de presión defensiva a partir de la máxima intensidad individual. Atacan al ataque. Anotan desde la defensa. Awesome.

Sin embargo, creo que muchas veces nos confundimos. Aquellos chicos morían con las botas puestas contra rivales superiores o inferiores. Siempre se partían la cara, daba igual el resultado. Y lo hacían, obviamente, porque los jugadores de la NCAA son semiprofesionales.

Varias veces hemos hablado del problema de trasladar el modelo deportivo adulto a los niños y niñas que se están iniciando en esto del baloncesto. Últimamente bastante he comentado el tema de las presiones. Ni quiero ni he querido decir que no haya que presionar, ni mucho menos. Simplemente que hay que hacerlo con cuidado, porque si eres un entrenador de iniciación de verdad tienes que transmitir tu amor por el juego y eso implica varias cosas. 

La primera, está claro, es que tu principal preocupación es tu equipo. Pero inmediatamente después, debería estar el equipo rival. No provocar un abandono prematuro de la práctica deportiva a una edad temprana, por ejemplo en minibásket, es uno de los objetivos primordiales de cualquier entrenador de iniciación. A partir de ahí, la enseñanza de valores y de habilidades son el segundo y tercer aspecto que representarían la triada de objetivos generales de cualquier entrenador de un modo teórico, con las miles de variantes e interpretaciones que ya transmita, o no, cada Club. 

Siempre he defendido el "oponerse para progresar" como el mejor camino para la mejora individual, tan importante en la iniciación al baloncesto.  Una mejora que se produce tanto en los que atacan una presión defensiva como en los que presionan. Ahora bien, un equipo que gana de una manera amplia, holgada e irreducible (40, 50 ó 100 puntos de diferencia en un último periodo), robando constantemente todos los saques, debe tener la suficiente variabilidad técnico-táctica-metodológica para seguir presionando, si es que ésta es su "filosofía defensiva", sin que las fuerzas sean tan desiguales. Hacer "sangre" en chicos que lo único que quieren es jugar me parece un tremendo error.

En prácticamente todos los equipos hay miembros de más y menos nivel, más rápidos y menos. Quizá este tipo de partidos sean los ideales para que sean aquellos jugadores con más dificultad de desplazamientos rápidos, o de transición ataque-defensa, los que deban estar en primera línea. Quizá sea el momento de que apenas disfruten de minutos aquellos jugadores de más nivel. Son solamente dos propuestas simples, creo que lógicas, que probablemente suelan ser las típicamente utilizadas por los entrenadores cuya comportamiento ético está por encima de cualquier "filosofía". 

Puede ser que estas dos medidas que comento sean una forma de compatibilizar las filosofías intransigentes, que no cambian "nunca" (aunque a veces sí que cambien si se va perdiendo) con una preocupación, aunque sea secundaria, por los jugadores y jugadoras de los otros equipos. Recordemos: equipos de categorías de la más temprana iniciación, donde la competición es poco menos que una fiesta y ni siquiera hay clasificación para un campeonato autonómico o nacional. Porque al final lo importante son los niños que van en tirantes y, a veces, el color y el escudo que llevan en la camiseta debería quedar en un segundo plano. 

Os dejo la final de la NCAA del año pasado. Por muchos detalles, pero sobre todo por la intensidad en cada acción, merece la pena verla.


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