miércoles, 2 de octubre de 2013

Jugadoras de baloncesto

Uno de los momentos más largos del día (y de las semanas... y los meses), o de forma más general, de mi actividad como entrenador de baloncesto, es cuando me pongo a evaluar entrenamientos: objetivos, dinámicas, actitudes y un largo etcétera.

Normalmente planifico muchos más ejercicios para una sesión de los que finalmente hago. Al final, si el objetivo no es eminentemente condicional, termino comprimiendo o mezclando varias tareas porque el grado de realización de los objetivos de las mismas no me convence... o sencillamente creo que las jugadoras pueden dar más de sí en esa situación en concreto. La evaluación del entrenamiento normalmente me lleva a realizar durante toda la semana las tareas de entrenamiento que había preparado solamente para el lunes... desglosadas, secuenciadas analítica o globalmente, pero las del lunes.

En el párrafo anterior he utilizado la palabra "jugadoras", pero no sé si es la palabra correcta... Quiero decir con esto que para ser jugadora de baloncesto, siempre desde mi punto de vista, hay que cumplir con varios requisitos. Quizá desde otros puntos de vista sea muy exigente.


Lo primero que hay que tener en cuenta, antes que esos requisitos, es que no ser una "jugadora" no es malo. Al final, todo depende de si quieres hacer baloncesto o si lo necesitas. Si necesitas entrenar y jugar, eres jugadora. Si simplemente quieres entrenar y jugar... puedes serlo o no. Depende. Y si la respuesta es que no, siempre se puede llegar a serlo. No es raro comenzar, de hecho, queriendo algo que terminas necesitando. Seguro que en nuestra vida diaria nos rodean ejemplos al respecto. Precisamente sobre esto han girado la mayoría de mis reflexiones sobre los entrenamientos de esta temporada... porque no voy a ocultar que me gustaría llegar a ver, con el paso de los años, que en mi Club cada vez hay más jugadoras de baloncesto. 

Hay grandes diferencias entre las chicas que juegan al baloncesto y las chicas que son jugadoras de baloncesto. Jugar está bien. Practicar deporte suele estar bien siempre que se respeten una serie de principios básicos. Cuando la actividad la llevan a cabo profesionales preparados, que se den estos principios es mucho más fácil, aunque nunca lloverá a gusto de todos. Si no es así, puede haber suerte y que también se cumplan los principios de los que hablaba... Lo que pasa es que cuando se trata de temas tan relacionados con la salud, yo prefiero al formado que al no formado. 

Una de las grandes diferencias de las jugadoras con las "practicantes" es la creencia o no creencia en el mito sobre la intensidad: "Yo entreno así, pero en los partidos voy al 100%". Error

El tópico "se entrena como se juega" es una gran verdad demostrada científicamente. Se refiere sobre todo a una actitud... aunque no sea tampoco una realidad absoluta en todos los aspectos: se queda corto. Si se entrena al 100% se jugará todavía mejor de lo que se entrena principalmente por dos razones: físicas (en cuanto a supercompensación si las cargas están bien reguladas) y psicológicas (al final, la motivación ante un partido es muy difícil de reproducir en situación de entrenamiento y ésta nos puede llevar a un nivel de rendimiento superior). Aunque en las psicológicas, dependiendo de la metodología de entrenamiento, los aspectos positivos (motivación, etc.) pueden superar a los negativos (exceso de estrés, etc.) o viceversa.

Otra de las diferencias la encontraríamos en el tema de la frustración. Las jugadoras entrenan frustradas y no frustradas, cansadas y no cansadas, motivadas y desmotivadas... Entrenan al 100% aunque no les apetezca. Volviendo al tema de antes: si eres jugadora necesitas entrenar. Y si no te apetece ese día, por factores externos o internos, entonces entra en juego el aspecto volitivo: las jugadoras quieren entrenar porque simplemente lo deciden así. Y encima se esfuerzan más que nadie, incluso sin apetecerles. Este tipo de cosas marcan la diferencia, porque las "practicantes" sencillamente no irán a entrenar si no les apetece. La lógica es obvia y aplastante: si haces baloncesto porque quieres hacerlo y ese día no quieres, pues consecuente e inevitablemente no vas a entrenar. Quizás si eres muy responsable y se ha comprendido que no ir a entrenar significa a la vez perjudicar al resto de compañeras que sí que quieren (o lo necesitan), entonces puede que aún se vaya al entrenamiento sin querer y sin necesitarlo. De nuevo otro error, porque en la mayoría de los casos en los que se produce esta situación, la resolución de la misma suele ser un desastre: desmotivación y falta de esfuerzo, los mayores enemigos del progreso tanto deportivo como personal, y por si fuera poco, colegas de las lesiones...

Además, hay algo que rodea a las jugadoras de baloncesto y que se desprende de ellas: la cultura deportiva. El cuidado del cuerpo en todos los aspectos (alimentación, descanso, higiene...), el respeto por el esfuerzo de otros deportistas, el compañerismo, la solidaridad en los deportes de equipo, la autoexigencia... Son componentes que van de la mano de las jugadoras y no tienen por qué ser adquiridos por las practicantes.

Para concluir, creo que cuando nos proponemos realizar un proyecto a largo plazo y nos sentamos a planificar, una de las ideas que deben subyacer es precisamente ésta: ¿Qué podemos hacer para que chicas que se aproximan al baloncesto terminen siendo jugadoras de baloncesto? Seleccionar contenidos y formular objetivos es relativamente sencillo, pero que todo gire en torno a la idea que comento no lo es tanto... y dejar tan importante cuestión de lado me parece una falta de responsabilidad, quizá de ética, que mi forma de ser no me permite aceptar.

2 comentarios:

  1. Como siempre muy buena reflexión. Ademas que te voy a decir yo.

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  2. Muchas gracias. Veo con alegría los progresos informáticos... ¡Cuestión de tiempo y de práctica!
    La reflexión, en realidad, es muy complicada. Como casi todo sobre lo que se reflexiona lo suficiente... Qué cosas... Habrá que reflexionar sobre cómo hacer sencillo lo complicado, lo cual puede constituir una paradoja. Qué locura.
    Un beso!

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